No es lo mismo alergia que intolerancia

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Cada vez son más las personas que sufren de alguna intolerancia a los alimentos. Por suerte, en muchos de esos casos, se trata de intolerancias puntuales que desparecen con el tiempo. Por desgracia, en otros casos, la intolerancia permanece. Del mismo modo que las alergias que acompañan a muchas personas y les impide siquiera, acercase a ciertos productos alimentarios. Es común confundir ambos términos y denominar indistintamente a uno u otro. Sin embargo, se trata de problemas digestivos importantes pero diferentes.

Debemos saber que una proporción de la población, entre el uno y tres por ciento de los adultos y, del cuatro al seis en los niños, sufren consecuencias adversas para la salud, a consecuencia del consumo de ciertos ingredientes o alimentos. Este tipo de respuestas debidas a la hipersensibilidad, puede manifestarse de diversas maneras, categorizándose en dos categorías: alergias alimentarias e intolerancias alimentarias.

En ambos casos, se trata de reacciones físicas a ciertos alimentos, algo poco común de forma generalizada. En la mayoría de los casos, se trata de una intolerancia y no de una alergia. Aunque en cualquiera de las dos situaciones, se pueden tener los mismos signos y síntomas, lo cual puede llevar a que se confundan. Lo que hay que matizar en este punto es que una verdadera alergia alimentaria, compromete al sistema inmunitario. Es decir, se trata de un problema relacionado con la inmunidad del organismo. Incluso en cantidades mínimas, el alimento que produce alergia, puede desencadenar diversos síntomas de mayor gravedad. Lo que no sucede en el caso de la intolerancia, la cual afecta únicamente al sistema digestivo, produciendo una sintomatología de menor gravedad.

Lo que hay que tener en cuenta, ante la sintomatología que se pueda presentar es cuál es el alimento o ingrediente que la provoca, la intensidad de los mismos y acudir al médico ante la duda de si se trata de alergia o intolerancia.

Intolerancia: una hipersensibilidad alimentaria

Cuando hablamos de intolerancia alimentaria, hablamos de una hipersensibilidad alimentaria no mediada por IgE o hipersensibilidad no alérgica. En palabras de los profesionales de digestivo, endoscopia y alergia alimentaria de Alyan Salud, se produce cuando una persona, tiene dificultad para digerir ciertos alimentos. Así de sencillo.

Aunque, como ya hemos comentado, es fácil confundirlas con alergias se trata de dos fenómenos muy diferentes. En tanto que los síntomas que produce la alergia alimentaria se derivan de una fuerte respuesta del sistema inmune, afectando a diversos órganos del cuerpo, presentado síntomas diversos y pudiendo ser grave y potencialmente mortal, los síntomas de la intolerancia, son menos graves, limitándose generalmente, a problemas digestivos.

La sintomatología más común a causa de una intolerancia alimentaria, se relaciona con las molestias digestivas que ocasiona: diarrea, hinchazón, flatulencia, ardor de estómago, calambres abdominales. En menor medida, pueden producirse erupciones cutáneas, mareos, dolores de cabeza, fatiga general, pérdida de peso o falta de crecimiento en niños.

Estos síntomas pueden producirse poco después de ingerir el alimento, aunque en ocasiones pueden darse después. Por lo general, la sintomatología puede ser más o menos fuerte, en función de la cantidad de alimento ingerida.

Las causas de la intolerancia alimentaria, pueden ser la carencia o mal funcionamiento de algunas enzimas a la hora de procesar o utilizar los componentes de los alimentos, como sucede con la intolerancia a la lactosa. El mal funcionamiento o una cantidad baja del transportador para la absorción del nutriente (malabsorción). Daños en la pared del intestino delgado, lo que permite que entren sustancias nocivas en el torrente sanguíneo. Esto puede ser debido a su vez, a diversos factores como una dieta rica en alimentos procesaros, estrés o influencias ambientales, por lo que el número de personas con intolerancia, va en aumento.

Otras posibles causas de la intolerancia alimentaria puede ser la sensibilidad a los aditivos alimentarios como los sulfitos, derivados del azufre y empleados como conservantes alimentarios, presentes en casi todos los vinos, la cerveza, la sidra y diferentes alimentos. El estrés recurrente o factores psicológicos, pueden derivar por igual en alguna intolerancia alimentaria.

Las más comunes suelen ser la intolerancia al gluten o celiaquía; la intolerancia a la lactosa, debido a una deficiencia de la lactasa; la intolerancia a la histamina a causa de un déficit de diamino oxidasa; la intolerancia a la fructosa por sobrecarga del transportador glut-5; la intolerancia hereditaria a la fructosa (muy rara); la intolerancia a la lectina presente en el trigo, la soja y las solanáceas; la intolerancia al sorbitol; la sensibilidad al trigo y la intolerancia a los salicilatos.

En caso de creer que se padece algún tipo de intolerancia alimentaria y no se toleran ciertos alimentos, puede ser aconsejable y útil, llevar un diario en lo que se anote todo lo que se consume a diario. Anotar lo que se ingiere y el momento en el que se producen las molestias, puede proporcionar pistas sobre lo que sucede, aunque lo mejor es acudirá al médico, para obtener un diagnóstico correcto.

Las intolerancias alimentarias no tienen cura, siendo el mejor tratamiento, evitar consumir esos alimentos todo lo posible o, comer solo que se tolera. El diagnostico se obtiene con la realización de pruebas como el test de hidrogeno espirado o la serología en el caso de los celiacos.

Alergia: una reacción adversa

En cuanto a las alergias alimentarias, como ya hemos comentado, se trata de una reacción en la que se encuentra implicado el sistema inmune. Se produce una alergia alimentaria cuando el sistema inmune actúa de forma inmediata ante un determinado alimento, en el momento que la persona sensible al mismo, entra en contacto con él o algún otro que lo contenga, por lo general, cuando es ingerido, aunque pueden darse casos de que no puedan ni tocarlo ni olerlo. Con solo ese gesto puede desencadenarse una respuesta inmune de importancia.

Dentro de las alergias alimentarias, se distinguen dos tipos: las mediadas por anticuerpos IeG y las no mediadas por anticuerpos IgE.

En el caso de las alergias producidas con mediación de los anticuerpos, se presenta de forma súbita tras la exposición oral al alimento, tiempo inferior a dos horas y con una variedad de síntomas que pueden ser leves (urticaria, digestivos) a muy graves. Los síntomas menos graves y más frecuentes, se producen en la piel, como urticaria, enrojecimiento de la piel, hinchazón de los labios y parpados, dermatitis; digestivos, como vómitos, dolor de cólico, picor de boca y garganta; respiratorios, como rinitis y asma. Los síntomas de mayor gravedad, son la reacción anafiláctica que afecta a varios órganos y sistemas y el shock anafiláctico. Este último puede resultar mortal.

Las alergias no mediadas por anticuerpos, muestra unos síntomas digestivos que se manifiestan durante dos a cuarenta y ocho horas, después de consumir el alimento.

El único tratamiento eficaz para tratar la alergia alimentaria, es no tomar ni entrar en contacto con los alimentos que la provocan.

Respecto a los alimentos que pueden llegar a causar alergia, diremos que, prácticamente cualquier alimentos que contenga proteínas puede originar una alergia alimentaria, aunque algunos se producen con mayor frecuencia en niños, como la leche de vaca, el huevo, pescado, mariscos, leguminosas, cereales, frutas frescas y frutos secos.

Las personas que padecen alergia a la leche, causada por la caseína, la lactoglobulina y la lactoalbúmina, los síntomas son por lo general, cutáneos, aunque pueden producirse síntomas digestivos como vómitos y diarreas. Los síntomas varían de una persona a otra, y no debe confundirse con la intolerancia a la lactosa de la que ya hemos hablado.

En el caso de la alergia al huevo, se debe a una reacción alérgica a consecuencia de la ovoalbúmina y el ovomucoide, las proteínas características del huevo, presentes en la clara.

Las alergias provocadas por el pescado, se producen a consecuencia de las proteínas musculares del pescado. Debe ponerse una atención especial en aquellos productos enriquecidos con omega 3 o grasas de pescado.

Las legumbres cuentan con el cacahuete como una de las causas más comunes de anafilaxia a causa de los alimentos. Las reacciones más severas, se producen en personas que padecen asma. Otra leguminosa causante de alergias es la soja, aunque su sintomatología suele ser más leve.

Los cereales, aparte de la celiaquía, pueden producir alergia inmediata, aunque es menos frecuente que la que producen otros vegetales.

Almendras, avellanas, nueces, anacardos, pacanas… poseen un alto riesgo de provocar un shock anafiláctico, aunque si es leve, la alergia solo produce nauseas, dolor de cabeza e inflamación de labios y lengua. Pueden llegar a provocar síntomas con un mínimo contacto con la piel.

Como prevención de las alergias no existe ninguna medida, tan solo se puede prevenir que se produzca la reacción. Por lo tanto, leer siempre los ingredientes de los alimentos a utilizar e ingerir. Cocinar primero la cocina del alérgico para evitar contaminación cruzada y tener siempre cerca la medicación oportuna, sobre todo en los casos más graves.

El diagnóstico de la alergia alimentaria se hace mediante test de alergia, específicos para este fin y determina los alimentos a los que la persona presenta sensibilidad. Al contrario de lo que sucede con la intolerancia, las alergias, pueden conllevar mayor gravedad de la que cabe esperar, por lo que hay que tener sumo cuidado a la hora de ingerir los alimentos que la provocan.

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