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Los problemas no se ignoran, se solucionan

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Las relaciones de pareja están cambiando, ¡y lo hacen a una velocidad alarmante que me sorprende muchísimo! Tanto es así que la relación romántica que tenían nuestros abuelos no es, absoluto, ¡como la que mantenemos nosotros ahora con la pareja con la que estamos saliendo desde hace ya cinco años!

Y es que basta con salir a la calle y comprobar cómo es la relación entre una pareja de dos personas de entre dieciséis y veinte años y una relación entre una pareja de entre cincuenta y sesenta años. Es tan, tan diferente, que me hace preguntarme: ¿qué ha pasado a lo largo de los años para que esto sea así?

 

Cómo eran las parejas en la antigüedad

Una cosa está clara: el amor ha cambiado tanto o más que la humanidad. Y basta con echar un solo vistazo a la evolución de lo que supuestamente se entiende por “amor” desde el principio de la humanidad.

Si nos remontamos a los inicios de las andaduras del ser humano por la Tierra, podemos comprobar que, en esa época, el ser humano se reunía formando grupos y parejas por el simple hecho de “reproducirse” y están en grupo, que era lo mejor para defenderse durante las migraciones en busca de alimento y de refugio. Estar solo era sinónimo de que un depredador pudiese comerte, y eso no era bueno ni halagüeño para nadie. Así pues, el ser humano se reunía en pequeñas comunidades por autoprotección, y el hombre se unía a la mujer con el deseo de reproducirse. Nada más. ¡Como los animales!

Luego, avanzamos en el tiempo y tampoco es que el tema mejorara demasiado. Porque, desde que se tienen conocimientos de los primeros imperios de la Tierra (como la antigua Mesopotamia), el matrimonio no ha sido más que un intercambio de intereses, más que producirse por una intensa emoción sentimental. EL matrimonio se formalizaba para que el hombre tuviese descendencia… a cambio de tierras, poder político o económico, o lo que el suegro pudiese otorgarle al hombre que a este le interesase. Era, en el vulgar sentido de la palabra, un “trueque”: “te doy a mi hija, y tú me das dinero / poder / mejoras mi economía”. O viceversa.

Ya en el imperio romano se daría un pequeño avance en lo que significaría el matrimonio, y se reconocería a la mujer como la que “da a los hijos”, por lo que es imprescindible, sobre todo para aquellos que deseen descendencia. Sin embargo, puedes ver que el interés sigue siendo muy notable: sigue sin ser amor, es beneficio.

En la Edad Media se une, irremediablemente, a la Iglesia, debido al enorme poder que esta ha ido adquiriendo con el paso de los años. Pasa de ser un concepto civil a transformarse en un poder religioso, en el que, por supuesto, dos almas se unen toda su vida… pero, nuevamente, por beneficios muy diversos: económicos, de expansión territorial y / o alianzas sociales de poder entre familias, además de comenzar a expandirse el acostumbrado término “herederos” para adquirir los bienes una vez el fallecimiento de los cónyuges. Sin embargo, aquí hay un avance… o no, según quien quiera verlo como tal: las relaciones maritales se cercan en la pareja, cosa que antes no era así, y todo lo que salga de ahí es pecado a los ojos de Dios (y un pecado que se castigaba de forma muy dura, por lo que tenías que tener mucho cuidado).

No sería hasta bien entrada la Edad Moderna cuando el matrimonio empieza a ir (muy poco a poco) de la mano con el “amor”, cuando en pleno siglo XVIII empieza el movimiento romántico en las novelas, en el arte y en todo lo que nos movía, iniciándose una corriente conocida como “romanticismo”, la cual ensalzaba el amor real y el romanticismo. Será gracias a este movimiento que movimiento el que haga exaltar la importancia de los sentimientos, para consolidar el amor como centro y eje principal del matrimonio, que es la base del amor de hoy día.

 

Pero ¿realmente es así hoy día?

Una de las cosas de las que no paro de hablar con mis amigos o mi pareja es que parece que el amor de verdad ya no existe. Mi esposo y yo nos conocimos cuando yo tenía once años y él tenía doce años, y os puedo jurar que no nos hemos separado desde entonces. Ahora, con treinta y tres años, a pesar de que ya han pasado veinte años, no nos hemos separado ningún día de nuestra vida, ¡y no nos nace el interés por hacerlo!

Sin embargo, cuando miro a mi alrededor, no es eso lo que puedo ver. Desde hace unos años atrás hasta hoy, se ha venido perdiendo el sentimiento real que envuelve a la palabra amor y, aunque si bien es cierto que un 10% del amor que veo es puramente sentimental y real, el otro 90% de parejas han vuelto a lo que es el “intercambio mutuo y beneficioso”, tal y como sucedía en la antigüedad.

Fíjate en estas cifras: solo en 2021, hubo 86.851 divorcios, un 12,5% más que en el año anterior. Que solo en España haya casi 87.000 divorcios en un solo año es, cuanto menos, bastante llamativo en una época en la que el amor tiene la mayor expresión que nunca. ¿Qué quiero decir? Que en una etapa de la humanidad en la que el amor es por libre elección, me resulta bastante extraordinario que existan tantísimos divorcios al año.

Opino que el término “amor” se ha vuelto a degradar: pienso que hoy día las parejas no se unen porque se amen, sobre todo en la adolescencia, sino por diversas razones: porque esa persona “está buena”, porque tiene coche, porque tiene estabilidad… por lo que sea, menos por amor. Y, cuando esa persona deja de poder ofrecer lo que estoy consiguiendo de ella, no me interesa y me voy por otra.

Como persona que ama a su esposo, me resulta inconcebible que se me cruce otro hombre en mi vida e irme con él a la cama. Lo amo con tanta fuerza e irracionalidad que lo irracional me parece que, una persona que está enamorada, haga esas cosas. No porque no tenga oportunidades… sino porque ni siquiera me dan las ganas. Mi marido es mi pareja y mi compañero, y mi corazón le pertenece. Ni siquiera se ocurre hacerlo.

Por so pienso que, los que lo hacen hoy día, es porque ya no aman a sus parejas, porque ya no consiguen lo que quieren, o porque, realmente, nunca estuvieron enamorados.

 

Las parejas se pelean más que nunca

Las parejas tienen, hoy día, más peleas y discusiones que nunca, y eso termina en divorcio. Lo que me parece muy triste: antes, cuando la relación se rompía, se arreglaba. Hoy, se sustituye por otra y seguimos adelante, aunque tengamos hijos que se vean afectados por ello.

Agencia Géminis está completamente de acuerdo con nosotros, y piensa que una buena terapia de pareja a tiempo, aunque se piense que no es necesario, puede salvar una relación que no tiene por qué ser destruida. Por eso, desde aquí animamos a que, antes de echar por tierra años de tu vida… intentes solucionarlo.

 

Pero ¿qué hace que se acabe el amor, realmente?

Primero, el placer. Y es que vivimos en un mundo en el que vivimos por y para el placer (no sexual, sino sentimental). Vivimos en un constante carpe diem que nos hace olvidar lo que es verdaderamente importante: que nuestra vida no es más feliz por tenerlo todo en el momento en que deseamos… sino cuando tenemos lo que verdaderamente nos importa, aunque sea para toda la vida. Tras hablar con varias personas, muchas piensan que es mejor un amor que ames y que te ame para toda la vida… antes que estar solo por haber ido de flor en flor y no haber decidido comprometerte.

Segundo, cada vez toleramos menos. Y es que hoy día todo tiene que ser perfecto, y se nos olvida que una persona tiene su forma de ser (OJO, no estamos hablando del maltrato. No confundas una forma de ser gruñona o cantarina con un hombre o una mujer que te maltrate porque “el te ama y es así”). Con esto quiero decir que cada vez soportamos menos dar nuestro brazo a torcer y todo tiene que estar a nuestro gusto, y eso no es compatible con una pareja.

Tercero, por la disponibilidad. Y es que, antes, encontrar pareja era una odisea de romance, cortejo, lucha y padecimiento. Hoy, esto se ha suavizado tanto que puedes encontrar pareja cuantito te lo propongas.

Cuarto y quinto (ambos relacionados), nuestra infidelidad y la facilidad para divorciarse. Seamos sinceros: todos deseamos el típico amor que se ve en las películas como “El diario de Noah”… pero pocos estamos dispuestos a luchar por él. Las tentaciones están ahí, y muchos caen en ella irremediablemente… lo que, por supuesto, acaba en divorcio.

 

No te olvides de lo importante: el amor real

Hoy, vengo aquí a revindicar el amor real, el amor que siente una persona por otra y que le hace estar dispuesto a dar la vida por ti, si fuese necesario. Ese amor existe, yo lo siento… pero hay que estar preparados para pasar toda la vida con una misma persona.

Yo lo estoy. Y no estoy en absoluto arrepentida. ¿Lo estás tú?

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