Hay cierta tendencia en la población, al menos de unos años a esta parte, en extraer las muelas del juicio surjan o no problemas con su aparición. Los profesionales las conocen como cordales o terceros morales y suelen aparecer entre los 14 y los 25 años, aunque hay personas a las que no les nacen nunca y otras a las que les aparecen antes o después de ese rango de edad. Actualmente no tienen una función primordial y de ahí que no cause ningún problema tenerlas o no, pero ¿por qué extraerlas sin necesidad?
Aunque todo son teorías, la más extendida y aceptada por los expertos es que esas muelas antes eran muy importantes para el ser humano, pues su dieta incluía carnes de presa que debía masticar y morder incluso sin separarla previamente el propio animal. Hablamos de cómo el ser humano ha ido evolucionando desde los neandertales hasta el homo sapiens actual y de cómo nuestra dieta se ha vuelto mucho más blanda convirtiendo a estas muelas en algo innecesario. De ahí que la naturaleza, sabia en su evolución, esté haciendo desaparecer poco a poco a los terceros molares.
No obstante, aunque hay quien nace sin ellas y a quien, aun teniéndolas, jamás les llegan a nacer, la realidad es que somos muchos los que seguimos sufriendo, o no, su aparición. Ahora bien, a no ser que haya un problema ¿por qué debemos extraerlas? La realidad es que aunque el riesgo sea pequeño, la extracción de una muela del juicio no deja de ser una operación que puede tener sus riesgos: desde una infección hasta un daño permanente en el nervio trigémino que suele pasar muy cerca de donde se esconden estas muelas.
Sin embargo, duelan o no, traigan complicaciones o no, gran parte de la sociedad se empeña en extraerlas, incluso muchos odontólogos también. Algunos lo hacen en base a que la aparición de las muelas pueden modificar la posición dentaría del resto de dentadura por lo que, antes que perder la estética de la sonrisa, prefieren someterse a esta operación que, en principio, no contrae riesgo alguno.
Sin embargo, lo que muchos no saben, es que las muelas del juicio, en realidad, sí sirven. Cumplen la misma finalidad que el resto de dientes: triturar, masticar y facilitar la digestión de los alimentos, por lo que solo deberían ser extraídas en casos muy concretos y no tan a la ligera como se viene haciendo.
La extracción
La extracción quirúrgica de los terceros molares sí puede tener fundamentos en casos concretos:
Cuando las muelas del juicio no han erupcionado de forma correcta pueden dar muchos problemas. Por un lado, debido a su posición, pueden empujar las piezas dentales más cercanas, llegando a causarles erosión e inflamación en la encía. Tampoco es extraño que durante la erupción, debido a la situación de las mismas al final e la boca, la limpieza del área sea complicada y eso acabe produciendo algún tipo de infección o caries. Esto provocaría que fuera necesaria su extracción.
También es posible que, debido a su mala posición, se provoque una necrosis de la pulpa, algo que a priori tiene fácil solución pero que puede ser muy peligroso si no se trata. Incluso podríamos hablar de la aparición de tumores. No obstante no hay que hacer saltar la alarma, la Organización Colegial de Dentistas de España ofrece esta información sobre el quiste maxilofacial.
Este tipo de tumores o quistes son crecimientos o lesiones poco frecuentes que se forman en la mandíbula o en los tejidos blandos de la boca y la cara. Pueden aparecer debido a otros problemas, pero la mala erupción de un tercer molar también puede llegar a provocar un quiste maxilofacial aunque esta teoría está falta de investigación pues, realmente, a día de hoy se desconoce la causa de los tumores y los quistes maxilares, aunque algunos de ellos están asociados con síndromes genéticos.
Lógicamente, ante este tipo de complicaciones, la extracción de la muela del juicio es lo menos peligroso y lo más acertado, pero esto no quiere decir que los terceros molares deban ser extirpados en todos los casos, sobre todo si no traen consigo ningún problema.
¿Cómo se extirpan?
La intervención la lleva a cabo un cirujano con anestesia local, y una parte importante del preparatorio frente a la operación es el control del estrés y la ansiedad del paciente. En ocasiones se puede utilizar sedación para dormir a la persona, dependiendo de la situación de la pieza que hay que sacar y del historial del paciente.
Una vez que la anestesia ha hecho efecto, el cirujano procede a ampliar el alvéolo (el área donde se encuentra la muela) utilizando un instrumento llamado elevador o botador. Tras esto se procede a mover la muela de lado a lado hasta que esté lo suficientemente floja como para ser extraída por completo gracias a un fórcep específico para cada diente a extraer.
Si la muela es difícil de extraer puede ser necesario realizar una incisión en la encía, partirla en varios trozos e incluso retirar un poco del hueso maxilar para llegar a la pieza. Tras esto, se realiza una sutura que puede realizarse con puntos reabsorbibles, muy cómodos para el paciente puesto que se caen solos y no es necesario volver a consulta para quitarlos, o con puntos convencionales, que se retiran en consulta unos 7-10 días después de la intervención.